sábado, 1 de junio de 2013

Millet: el pintor realista de los campesinos

Jean François Millet (1814 – 1875) nació en el seno de una familia de la burguesía rural francesa, hecho que influirá sustantivamente en su forma de representar desde un punto de vista realista, la campiña francesa y sus habitantes. Como la mayoría de los artistas de su época, recibió una formación académica, la que abandonó rápidamente para focalizar su atención en el humilde mundo de los campesinos, y sus duras
condiciones de vida y de trabajo, las cuales conocía y admiraba, por el sacrificio que de forma permanente estas personas soportaban.
No tuvo la pintura de Millet, la carga militante de la realizada por Courbet, ya que a pesar de la intensidad de los temas que trabajaba, generalmente los mismos se desarrollan en un ambiente calmo y no exento de cierta emotividad, debido al tratamiento que el artista solía dar a sus paisajes.
A pesar de haberse integrado en 1859 a la comunidad de pintores que formaron la Escuela de Barbizón, donde permaneció hasta su muerte, y a pesar de compartir algunos de sus principios, su pintura no seguirá ni la temática ni el espíritu de aquella.
Millet fue tildado de “socialista” por la elección de temas vinculados a la realidad de los campesinos, siendo sus obras ásperamente criticadas en los Salones en los que participó, por considerarlas ajenas al gusto de la época, a lo que el artista respondió: “creen que me harán retroceder, que me convertiré al arte de los Salones. Pero no; campesino nací y moriré campesino. Quiero pintar lo que yo siento”.
Como sucedió con muchos artistas de época, sus obras fueron reconocidas y valoradas luego de su muerte en 1875.
El Angelus, 1859 – 1860, óleo sobre lienzo, Museo del Louvre, París.
En esta obra, Millet muestra su mejor faceta realista, al retratar a dos campesinos en el momento de detener su tarea, para rezar la oración del Angelus, agradeciendo al cielo los resultados obtenidos en su jornada de trabajo. La sencillez de la escena está remarcada por las humildes vestimentas de los dos solitarios personajes – los que son retratados a contraluz – y de los escasos enseres que poseen – cesta con papas recogidas, una horquilla para remover la tierra, una carretilla, todo lo que se contrapone con la inmensidad del paisaje que los rodea, el cual – en pleno atardecer – se llena de efectos de luz y sombra, generando una
imagen de gran belleza plástica. La pincelada de Millet es segura, utilizando colores de tonos amarronados y ocres, los que resaltan la simplicidad de la imagen. En una carta escrita en 1865, Millet afirma: El Angelus es un cuadro que hice pensando como mi abuela. Antaño, cuando trabajábamos en el campo, al escuchar el
tañido de la campana, nos hacía interrumpir nuestro trabajo para rezar el Angelus por los “pobres muertos”, piadosamente y con el sombrero en la mano”.
Las espigadoras, 1857, óleo sobre lienzo, Museo de Orsay, Paris.
Expuesta en el Salón de Paris de 1857, muestra a tres campesinas en plena tarea de recoger espigas bajo la luz de un sol crepuscular, lo que permite inferir que el suyo ha sido un trabajo de todo el día.
El duro trabajo de estas mujeres, que lo hacían inclinadas, sin mayor descanso, les provocaba intensos dolores de espalda (ver imagen de la campesina de la izquierda apoyando su mano izquierda sobre su cintura), es mostrado por Millet con un marcado tono heroico, propio de su interpretación de la realidad rural, poblada de héroes anónimos que trabajan anónimamente para toda la sociedad; mientras en el fondo de la escena se destaca la imagen ecuestre del terrateniente dueño de esas tierras vigilando a sus trabajadores.
Muchos críticos de la época consideraron esta pintura como “un verdadero llamado a un levantamiento de las masas campesinas en protesta por sus terribles condiciones de trabajo”, al representar crudamente a los sectores más pobres de la población francesa, en una tarea: el derecho a espigar, que implicaba que los más
desprotegidos del campo tenían la posibilidad de recoger las espigas de trigo que quedaban en el suelo, luego de la cosecha, para poder hacer su propia harina.
La casi mimetización de colores entre la ropa de las campesinas y el paisaje, y la posición encorvada de las mismas, reafirman la idea de un apego a la tierra. A su vez, al colocar bastante elevada la línea del horizonte, se destaca claramente a las protagonistas de la obra.

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